En este post están les autores, sus textos y la consigna que trabajamos en el décimo encuentro donde trabajamos Poesía y Política.
Decía Leonidas Lamborghini: “Hay una institución literaria y el que cae en eso se jodió. Yo no me considero ni un escritor ni un poeta. Porque me suena a profesionalismo. Yo soy un tipo que, además de todo lo que ha hecho,
–cinco hijos, tres mujeres, trabajar, ser desocupado, militar políticamente, creer en un movimiento, descreer, criticar, pecar, equivocarme– escribo”.
Unos años antes en Estados Unidos el poeta norteamericano Kenneth Rexroth escribió: “Escribo poesía para seducir mujeres y para destruir el sistema capitalista… en ese orden. Kenneth Rexroth. Un poeta declaradamente revolucionario cuya tentativa, inspiración fundamental para los beats, era, en sus propias palabras, la de aunar erotismo, misticismo y revolución.
Se puede sostener que en lo básico hay una similitud entre los lenguajes de la poesía y el lenguaje poético porque lo que se dice, cómo se lo dice, con qué intencionalidad, con qué matices, es un tema fundamental. Para hacer política -o para hacer un poema- hay que saber hablar, saber qué se puede decir, cómo, cuánto.
Paco Urondo nacido en Santa Fe el 10 de enero de 1930. A principios de los años 50, sus versos recibieron la influencia de autores reconocidos, como Juan L. Ortiz y Oliverio Girondo. La revista Poesía Buenos Aires publicó algunos de sus poemas. Se trataba de una publicación de arte vanguardista donde también publicaban autores como Alejandra Pizarnik y Leónidas Lamborghini. Cuando tenía 27 años fue nombrado director de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral y al año entrante, al llegar Carlos Sylvestre Begnis a la gobernación de Santa Fe, asumió el cargo de Director General de Cultura de la provincia. Incursionó en el cine de la mano del director Rodolfo Kuhn en la mítica película Pajarito Gómez y luego hizo adaptación para televisión de obras emblemáticas de la literatura universal como Rojo y Negro (de Stendhal) y Madame Bovary (de Flaubert). Urondo empezó también a escribir en semanarios como Primera Plana y Confirmado.
Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910-Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo xx. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono» de la generación del 27 de los que formaban parte entre otros Federico Garcia Lorca y Rafael Alberti. En 1939 fue preso por la dictadura de Franco y fallece en prisión de tuberculosis a los 31 años de tuberculosis.
Milonga del marginado paranoico(Publicado en Poemas Póstumos)
Parece mentira
que haya llegado a tener
la culpa de todo lo que ocurre
en el mundo; pero es así. Han tratado
de disuadirme psicólogos y sociólogos de mi tiempo,
me han dado razones de peso técnico largamente
formuladas y
parcialmente ciertas. Pero
yo sé que soy culpable de los dolores
que aquí siento y recorren el mundo; de las soledades
que lo van vaciando: quisiera saltar
como Juan L. Ortiz, vociferar
como Oliverio Girondo, pero: primero, ellos me ganaron
de mano; segundo, no me sale bien y aquí
empieza todo nuevamente: otro sufrimiento
igual a diapasones y recursos
que conozco perfectamente y que no vale la pena
repetir: primero, para no emularlos; segundo, porque tendré que ir
reconociendo que no he sabido
hacerme entender. Y esto es agudo como un ataque
que nos traga la lengua; pido entonces disculpas
por la mala impresión, por las exageraciones.
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Miguel Hernández
Vientos del Pueblo Me Llevan
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
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