Las horas no pasan ni lentas, ni perezosas, ni veloces como minutos,
mas bien están ahí, quietitas cada una en su lugar,
las 4, las 21, las 3 o las 11.
Todos los días distintos, sin saber como seguirá la herida,
pensando en verme rengo, sin dientes desafiando a la chusma,
más allá de la belleza más allá de la fealdad.
Me gusta sentarme en el porche a ver la gente pasar,
me lleva lejos a pesar de estar sentado.
Me transporto a miles de historias que invento con cada persona al pasar.
Si ya se que es de neurótico, pero es mejor que estar acostado,
sometido, en el lugar del tullido.
Eso de ponerse en el lugar del otro, es una hipocresía,
muy careta heredada de la caca liberal de nuestras sociedades.
Hay que ocupar el lugar de uno.
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