domingo, 2 de febrero de 2014

Feliz Domingo







Los tallarines me cayeron mal, no porque mi hermano cocine feo  al contrario, a de ser el domingo, a de ser esta sensación de lluvia, de gris por los bosques de palermo. 





Siento un nudo en la garganta y en el estomago que aprisionan mis palabras, encerrando a mis sentimientos como a esos pibes que me ven desde la ventana en la cárcel de menores que hay en el barrio.



La primera vez que te vi en el container llevabas una caja de resero blanco en tus manos y eso fue lo que me llevo a tus ojos, después a tu sonrisa y sobre todo a tu ímpetu para el arte, para cantar, para hacerme  bailar como si fuese el último día.
Ahí entendí el carnaval, el paganismo que tenemos los poetas a veces suele ser insoportable. Dan ganas de estrellar todo contra este gran muro de cemento que llevamos por dentro, largar todo, volverse normal, levantarse sin resaca, hacer el mate ir a misa...

Tratando de vivir me siento desolado, culpable de que los tallarines me hayan caído mal cuando en un domingo -por suerte sin Fútbol para Bobos- de lluvia, un chiquito mojado solo tiene pan duro y mate cocido en su pequeño estómago.
Es domingo, la semana no debería terminar así; en realidad la semana no tendría que empezar nunca y deberíamos vivir los días como si fuesen lo que son: días. Sin lunes, sin martes, sin, miércoles, sin jueves, sin viernes, sin sábados. Todos los días deberían ser domingos.
 Así,sin preocupaciones y sin misas, volver a esos días de la infancia donde nos levantábamos a cualquier hora, pero eso si, antes del almuerzo, salir a jugar, embarrarse, jugar a la escondida sin que nos encuentre y que el último salve a todos. 
Es domingo y la lluvia, sólo la lluvia me recuerda que a veces es insoportable extrañarte amor.

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