domingo, 11 de mayo de 2014

Imaginando un final



    A Lucho no le gustaba jugar a los soldaditos, al contrario, siempre prefirió esconderse o correr a andar con sus juguetitos; tan así, que sus padres, para que no use las témperas de la hermana ni el costurero de mamá, le llenaban el cuarto de camioncitos y autitos DURAVIT queriendo extorsionar al pequeño.
   No hacía mucho que nos conocíamos y  en una de nuestras salidas, me contaba de las peleas con Mirta, su hermana. Ya no soportaba vivir con sus padres. “Necesito espacio Joakito, me siento ahogado”.  Lucho ya no es un niño y las peleas con Mirta, ya no son por las témperas, ahora se peleaban por los novios.

   Nos conocimos en Plaza Congreso, yo me estaba fumando unas secas. El estaba con Popis, mi amiga travesti que se acerco a pedirme un papel para armarse un faso. Yo fumo en pipa, así que Popis   le hizo señas a Lucho que estaba enfrente sobre la vereda del banco, para sentarse a fumar conmigo.
   Lucho siempre se ríe cuando lo tratan de marica. “ A mi me gustan las chicas, es más estoy enamorado de Karina Jelinek” gritaba en medio de nuestros carcajadas.
   Y era cierto; Lucho no era gay, era solo un diseñador de ropa reprimido por sus padres que querían que fuese Doctor. Solo por ser hombre, si era nena, maestra o Profesora de filosofía, o cuidar a sus chicos y quedarse en la casa como la Tía Norma, la mujer del General, que les había hecho las gestiones para adoptar al pequeño Luis.

   Sofía vivía a la vuelta del Container, donde yo ranchaba. Un año nuevo me invito a su fiesta de disfraces y por no ir solo le dije a Lucho que me acompañe. Lucho se disfrazo de Karina Jeliknek. A pesar de las gastadas el estaba contento con ponerse la ropa de su autoría. Sofía al verlo entrar no pudo ni saludarnos. Un rayo atravesaba su cuerpo y sus ojos se quedaron sobre Lucho como viendo un fantasma. “Ey, Sofi, ¿que te pasa? Le pregunte.,“eee, no nada, todo bien Joakito la flashe con mi vieja. Estoy medio borracha ya. Pasen, feliz año nuevo”
   Pasaron días que no lo veía a Lucho hasta que  caminando por Avenida de Mayo  me lo cruce. Estaba andrajoso y muy golpeado. El padre lo había fajado cuando le dijo que no quería ser médico sino diseñador. 
   Las cosas para mí tampoco estaban del todo bien en Buenos Aires, así que lo invite a tomar un café. Llamando a todos mis contactos del celular en busca de albergue, Sofía atendió gustosa y nos esperaba sobre el Obelisco.
   Sofía era una buena mina. No solamente hermosa, era realmente una buena mina, de esas minas  militantes. Había recuperado su identidad hacia unos años ya que sus padres habían sido desaparecidos, y a ella la salvo una pobre monjita del Barrio Macarone.  Su hermano menor no tuvo la misma suerte que ella.
   Al año nuevo siguiente, no se quien ni porque motivo saco el tema de los padres de Sofía en la Cena. Quizás  por el alcohol, tal vez por las sustancias pero se me escapo preguntarle a Lucho sobre sus padres biológicos, y el dijo que sus padres nunca hablaban de eso, salvo su hermana cuando se peleaban entre ellos que decía “Cállate vos Hijo de terroristas”-  Esa noche Sofía recordó la Fiesta de Año Nuevo  anterior y el porque de su asombro. “Lucho, vos no serás mi hermano ¿!no?!...

El final queda para que los lectores puedan imaginar un final feliz, o no. 

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